
El espacio cultural del Paisaje de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria abarca una zona de casi 18.000 hectáreas entre la zona nominada (9.425 hectáreas) y la zona de amortiguamiento (8.557 hectáreas), algo más del 11 % de toda la superficie de la isla.
Risco Caído, el espacio que sirve de centro para este proyecto conformado por varios sitios arqueológicos, se encuentra en una de las zonas mejor conservadas de Gran Canaria, con mucha menor población y desarrollo económico que en la costa.
Las sociedades aborígenes que poblaron Gran Canaria durante unos 1.500 años antes de la llegada de los europeos, estaban conformadas por bereberes o amaziges de procedencia norteafricana.
Los residentes autóctonos de la isla excavaron en la roca volcánica de Risco Caído una cueva con una pequeña «claraboya» en su bóveda. Esta pequeña ventana en el techo de la caverna permite la entrada de la luz del sol y de la luna, provocando un haz que se proyecta sobre sus paredes.
Solo en el solsticio de verano, las primeras luces del día recorren las paredes de lado a lado, iluminando una serie de grabados rupestres con forma de triángulos púbicos que los arqueólogos relacionan con símbolos de la fertilidad. Lo mismo ocurre en el solsticio de invierno con la luz de la luna llena.
Los arqueólogos consideran que se trata del marcador astronómico prehistórico más espectacular de Gran Canaria, donde existen varios yacimientos con este tipo de efectos, que presuntamente ayudaban a las sociedades aborígenes a dominar los calendarios y los momentos propicios para la siembra, la cosecha o para sus ritos religiosos.
Esta cueva artificial es el estandarte del sitio Patrimonio Mundial, que también incluye a las llamadas «montañas sagradas de Gran Canaria», un conjunto de yacimientos arqueológicos de los antiguos canarios repartidos por los municipios de Artenara, Tejeda, Agaete y Gáldar.
Las cuevas excavadas en la roca volcánicas servían de viviendas, graneros y cisternas para almacenar agua de lluvia, todo esto en un paisaje que elescritor Miguel de Unamuno definió como «tempestad petrificada».
Espacios que componen el Paisaje Cultural de Risco Caido y las Montañas Sagradas de Gran Canaria
Risco Caído
Sierra del Bentayga – Cuevas del Rey
Risco Chapín – Cuevas de Caballero
El Hornillo
Roque Nublo
Sierra del Bentayga – Roque Bentayga
Risco Chapín – Cueva de los Candiles
Mesa de Acusa
Barranco Hondo
Tamadaba – Tirma
Risco Caído
En la margen izquierda del curso bajo de Barranco Hondo, a unos 100 metros de altura con respecto al cauce, se encuentra el antiguo poblado troglodita de Risco Caído, en un entorno muy rico en vestigios paleontológicos.
El asentamiento está formado por un total de 21 cuevas excavadas en la toba volcánica siuadas en lo alto de un escarpado acantilado que forma un saliente sobre la margen izquierda de Barranco Hondo, entre los barranquillos del Parral y el de Los Linderos. Conocido también como Risco Maldito, este antiguo poblado se encuentra abandonado desde mediados del siglo XX, una muestra más de la pervivencia en tiempos recientes de formas de vidas de herencia prehispánica.
En el conjunto sobresalen por su importancia astronómica, ceremonial y simbólica las cuevas denominadas C6 y C7, situadas al norte del poblado, probablemente las más antiguas, y que acogen lo que fue uno de los más importantes santuarios de montaña de los antiguos canarios. Todas las cuevas están dotadas de gran profusión de grabados púbicos, cazoletas y bajorrelieves.
La cueva C6, conocida como almogarén o santuario de Risco Caído, es un recinto excavado de planta circular y cúpula paraboloide, muy poco frecuente en este tipo de construcciones en la isla.
Además de su especial arquitectura, lo más significativo es que esta cueva dispone de un ingenio óptico o canal de luz excavado que proyecta la luz del sol o la luna llena en una de las paredes de la cámara principal, donde se encuentran precisamente las manifestaciones rupestres en forma de cazoletas y triángulos púbicos y grabados en bajo relieve. Se trata de una manifestación única que muestra un lenguaje visual insólito para estas culturas, una hierofanía consistente en la proyección dinámica de la luz solar que penetra por la abertura, específicamente diseñada para tal fin, creando una sorprendente secuencia de imágenes que se proyectan sobre parte de los grabados. Se recrea de tal suerte un relato con imágenes visuales en movimiento que se repite desde tiempo inmemorial, cuyo discurso tendría funcionalidad simbólica y astronómica. De hecho, la cueva C6 constituye un marcador solsticial y equinoccial extremadamente complejo y singular en su concepción construcción.
Sierra del Bentayga – Roque Bentayga.
La mole del Roque Bentayga se erige como epicentro de la Caldera de Tejeda y alberga uno de los ejemplos más excepcionales de los poblados fortaleza la población preeuropea, con más de cien cuevas naturales y artificiales que tuvieron múltiples usos: viviendas, graneros y enterramientos.
Destaca la presencia del almogarén o santuario del Bentayga, un importante lugar sagrado para aquellos pobladores que funcionaba como marcador equinoccial, indicando cuándo habían llegado el otoño y la primavera. El control del tiempo es esencial para sociedades basadas en la agricultura y el ganado, pues señalan cuándo sembrar, cosechar o mover el ganado para que se alimente con los mejores pastos. Por ello no es de sorprender que se sacralicen estos espacios elevados, cercanos al cielo que todo lo envuelve y de donde vienen la lluvia y la abundancia; o la sequía y el hambre.
En la cara sur del Roque resalta la existencia de cuevas con presencia de triángulos púbicos grabados y cazoletas. Además, también en esta cara y al oeste se localizan dos estaciones de inscripciones alfabéticas del tipo líbico-bereber, que era la lengua empleada por los antiguos canarios.
Junto con el Roque Nublo es uno de los roques más evidentes formados por la erosión de un estrato volcánico masivo producido por erupciones muy explosivas hace unos 5 millones de años y conocido como “brecha Roque Nublo”. Este gigantesco estrato, presente por toda la Cuenca de Tejeda, propició por su relativa facilidad de excavación, la enorme profusión de cuevas artificiales que caracteriza al Paisaje Cultural.
Sierra del Bentayga – Cuevas del Rey
Al igual que en el caso del Roque Bentayga, estamos ante otra de las fortalezas emblemáticas de los antiguos canarios. En el Roque de Cuevas del Rey sucede lo contrario al caso de Roque Bentayga, la totalidad de las cuevas existentes son enteramente artificiales. De todo el complejo troglodita destaca sin duda el excavado en la cara norte, la más escarpada e inexpugnable. Las cuevas se distribuyen en cinco niveles o andenes comunicados entre sí por estrechos senderos y escaleras que también fueron labradas en la roca.
Sorprende la perfección y laboriosidad alcanzada en la excavación de estas cuevas, con un perfecto labrado de sus paredes, techos y pisos, con plantas cruciformes, rectangulares o de tendencia cuadrada, con dependencias laterales. Los huecos de entrada presentan huellas de sistemas de cierre para encajar puertas de madera que giraban sobre goznes. Muchas de estas cámaras están decoradas con motivos pictóricos, y especialmente se utilizaban los colores rojo y blanco que se obtenían de pigmentos minerales.
Este denso complejo troglodita está íntimamente relacionado con el control y gestión de los numerosos silos que se excavaron en el sitio. Alberga un enorme granero colectivo que se concentra fundamentalmente en los niveles III y V de la cara norte.
Destaca la llamada cueva del Rey o del Guayre, de grandes dimensiones y techo abovedado con planta cuadrangular y dos estancias a la izquierda con marcos pintados,. El suelo de la cámara principal presenta un complejo sistema de cazoletas de diferentes tamaños pero con formas siempre de tendencia circular que se distribuyen en torno a una gran cazoleta central.
Las tres paredes de la cámara principal estuvieron pintadas en su tercio inferior con pigmento blanco. Se conservan aquí las improntas circulares alineada de lo que fue una composición pictórica que incluía círculos rojos.
Risco Chapín – Cueva de los Candiles
Los espectaculares acantilados que se desarrollan al pie de la montaña de Artenara, en el municipio de Tejeda, constituyen el espacio donde fue excavado un excepcional conjunto de cuevas rupestres con claros alineamientos hacia el Roque Bentayga y de marcado carácter simbólico y ceremonial. En esta reducida superficie se encuentra el mayor conjunto de grabados de triángulos púbicos conocidos y una enorme profusión de cazoletas y bajorrelieves. Este complejo troglodita en su conjunto presenta un marcado carácter ritual y ceremonial, configurándose como uno de los principales santuarios de montaña de los antiguos canarios y que nos permite intuir imaginario religioso de la antigua población canaria, centrado al menos en parte en cultos y rituales relacionados con la fertilidad.
La denominación “Cueva de los Candiles” se debe a la presencia de luminarias o candiles en su interior. Se trata de una cueva artificial de planta rectangular que presenta sus paredes interiores cubiertas con figuraciones grabadas, mayoritariamente, de triángulos púbicos. Contiene 345 grabados de este tipo que llegan a tapizar sus paredes, siendo uno de los sitios arqueológicos que, a nivel mundial, alberga el mayor número de representaciones de este ideograma. Al margen de estos espacios de montaña, son muy pocos los yacimientos en la isla donde se constata la presencia de este tipo de grabados púbicos que se relacionan con la fecundidad y la fertilidad.
Además de las representaciones de triángulos púbicos, existen otros grabados asociados a estos, en concreto numerosas cúpulas de diferentes tamaños. Las paredes y techo de la cueva se encuentran ahumadas lo que indica el uso de luminarias de tea en su interior.
Risco Chapín – Cuevas de Caballero
El complejo troglodita de “Cuevas del Caballero” o “Cueva Caballero” está conformado por un total de siete cuevas artificiales excavadas. Las cuevas están orientadas hacia el sur y hacia el interior de la Caldera de Tejeda.
Tres de ellas presentan plantas irregulares, pero no así las restantes, donde el trabajo interior de labrado ha permitido que techos, paredes y suelos presenten planos rectos sin apenas protuberancias. Las cuevas C5 y C6 son las más trabajadas del complejo, con paredes, techo y piso que han sido labrados hasta lograr superficies lisas y bien niveladas.
La totalidad de las cuevas contienen cazoletas o cúpulas excavadas en los suelos. Las cuevas C1, C2, C3 y C4 albergan además grabados en sus paredes, destacando los triángulos púbicos. Además de estos grabados, se encuentran otros como los cruciformes de la cueva C1, o los puntiformes de la C2. Se localizan también cúpulas de diversos tamaños en las paredes interiores de la totalidad de las cuevas inventariadas.
La cueva C2 contiene las manifestaciones rupestres más complejas de todo el conjunto troglodita de Cueva Caballero. Además conserva también el mayor número de motivos grabados. El panel principal enfrentado al hueco de acceso presenta una composición de motivos formado por cúpulas de tendencia circular y diferentes tamaños, así como triángulos púbicos.
Destaca por sus connotaciones la cueva C1, llamada también Cueva de Las Machas, porque según la tradición esta cueva estuvo habitada por mujeres que practicaban la brujería, aunque más bien la denominación se debe a una tradición distorsionada, que hacía referencia a que en este lugar vivieron mujeres dedicadas al culto, reafirmando el carácter del ámbito como uno de los principales santuarios de montaña de los antiguos canarios
Mesa de Acusa
La Mesa de Acusa, que en sí mismo constituye un impresionante monumento geológico, acoge uno de los mayores y espectaculares enclaves trogloditas de los aborígenes. Este llamativo asentamiento bordea los escarpes de la gran llanura fértil en la que culmina la meseta.
Los poblados se excavaban en lugares estratégicos pero preferentemente en la base de los escarpes. Los graneros colectivos ocupan las partes más inaccesibles del acantilado, y algunos eran ciertamente inexpugnables, como el del Álamo, el más fortificado de los que se han conservado en Gran Canaria. También las cuevas de habitación en ocasiones están provistas de un silo en su interior.
También se han localizado cuevas utilizadas como lugar de enterramiento. Estas suelen estar situadas en lugares apartados de los poblados, en los andenes superiores en zonas aisladas o próximas a los graneros. En Acusa se han encontrado restos momificados de hombres y mujeres adultos, a los que no se les extrajeron las vísceras, y que aparecieron envueltos en pieles de cabra y esteras de junco.
Destaca en este amplio complejo la Cueva de las Estrellas, oquedad artificial que despliega una decoración a base de un punteado blanco sobre fondo negro-humo que asemeja la visión de un cielo estrellado.
Acusa Verde, Acusa Seca, Los Corrales, El Álamo, La Candelaria, El Hornillo, Fortamaga y El Vedado del Tablón, son los nombres actuales de los distintos “barrios trogloditas” que hoy se reconocen en Acusa. Muchos están ya despoblados, pero conviene señalar que hasta el siglo XVIII, Acusa tuvo más habitantes que el propio pueblo de Artenara, cabeza del municipio. Acusa se convierte así en un ejemplo paradigmático de la continuidad del hábita troglodita prehispánico desde la conquista hasta el presente.
El Hornillo
Situado en la carretera de Fagajesto a Barranco Hondo, colgado en el risco sobre el valle de Agaete, está este singular caserío donde todavía pueden encontrarse vestigios del pasado, pues posee uno de los núcleos de cuevas y terrazas colgadas habitadas que mejor estado de conservación presentan.
Se trata de un conjunto formado por cuevas naturales y artificiales, distribuidas en varios niveles o andenes superpuestos, algunas de ellas inaccesibles, que son las que se encuentran menos transformadas por la reutilización continuada de este espacio como un poblado. El Hornillo fue también un hito importante en esa ruta de penetración y comunicación que discurre por el Barranco de Agaete hacia las cumbres, y por tanto en una de las principales vías de trashumancia ganadera del tipo trashumancia de barranco o de costa a cumbres, de claro origen prehispánico, en la que cada rebaño de cabras se mantiene en un barranco que llega desde el casquete central de la Isla, incluyendo el paisaje cultural propuesto, hasta el mar, a 25 ó más kilómetros, existiendo normalmente un corral costero y otro cumbrero usados respectivamente en invierno y verano.
Igualmente El Hornillo se encuentra en un punto clave de la ruta de acceso al santuario de Risco Caído y a los Espacios Sagrados de Montaña del centro de la isla desde la costa noroeste de Gran Canaria.
Barranco Hondo
Barranco Hondo constituye uno de los mayores asentamientos trogloditas de la isla de Gran Canaria. La huella de la presencia humana es absolutamente perceptible desde su cabecera, en la Montaña de Los Moriscos y a lo largo de todo su cauce. Cuevas viviendas, estaques, alpendres y bancales artificiales para el cultivo de cereales, hortalizas y algunos frutales, conforman el paisaje dominante. Hoy casi despoblado, Barranco Hondo fue hasta mediados del siglo XX, uno de los más importantes asentamientos trogloditas habitados
de las tierras altas de la Isla.
Tal desarrollo y extensión de los asentamientos trogloditas, desde la época aborigen, se explica por varias razones. En primer lugar, por el carácter recóndito y fortificado del propio Barranco Hondo, con escarpados márgenes que presentaban potentes paquetes de toba volcánica donde resultaba relativamente fácil excavar cuevas. Pero, sobre todo, debido a que este barranco era extremadamente rico en recursos hídricos y, por consiguiente, también disponía de una densa cobertura vegetal. De hecho esta zona se sitúa en el límite del bosque húmedo del norte de Gran Canaria. Además, sus habitantes disponían de suelos fértiles y de los recursos que ofrecía el cercano Pinar de Tamadaba.
Las importantes estaciones rupestres de Risco Caído y Cuevas de La Paja, constituyen una prueba evidente del carácter aborigen de estos asentamientos trogloditas. Son enclaves que, junto al asentamiento de Barranco Hondo de Abajo, están incluidos en el ámbito del Paisaje Cultural propuesto en atención a su representatividad y valores excepcionales, que se complementan con las márgenes del cauce del propio Barranco Hondo.
Roque Nublo
Este elemento natural de gran singularidad y representatividad en el paisaje de la isla, forma parte de los restos de materiales volcánicos antiguos que conformaron el edificio central de la isla en los que los intensos procesos erosivos posteriores han modelado en esta peculiar expresión geológica. Como valor añadido se destaca que constituye un hito del territorio cargado de simbolismo para la población de la isla y del legado de los antiguos
canarios.
Desde el Almogarén del Roque Bantayga es visible la salida más meridional posible de la luna llena en el lunasticio mayor sobre el monolito del Roque Nublo. En este sentido, es importante destacar la presencia de otro pequeño almogarén en la base del monolito que también sacralizaría ese lugar.
Tamadaba – Tirma
Tamadaba contiene masas forestales de bosque autóctono de pinar canario que mantienen, casi en toda su extensión, la características primigenias de este bosque emblemático para los aborígenes, donde sobrevive el pino canario con el mismo esplendor que el período antiguo. Incluye igualmente en su borde norte el asentamiento troglodita de Visvique, que preside desde las alturas las rutas sagrada hacia las montañas.
Hacia el oeste destaca el paisaje sagrado de Tirma, con importantes manifestaciones arqueológicas y un alto valor simbólico e histórico. Las fuentes escritas contemporáneas de la conquista de la isla y de los primeros compases de su repoblación son unánimes en destacar, entre los paisajes de la sacralidad indígena, la supremacía del santuario de Tirma. A pesar de que este topónimo tenga hoy un carácter muy local, no faltan los datos para plantear que la alusión recurrente de los textos se refiera, a través del filtro colonial deformante que los caracteriza, no tanto a un adoratorio aislado como a toda una demarcación territorial, a un vasto espacio sagrado, coincidente con el entorno de la Caldera de Tejeda.